La Ciudad Sagrada de Pachacamac, el
espacio urbano más venerado en la costa central peruana desde los inicios de la
era cristiana, encontró a partir de la trágica tarde del 30 de enero de 1533 un
momento crucial en su existencia. Así, luego del sistemático saqueo al que fue
sometido por parte de los invasores europeos a partir de ese momento, inició un
acelerado proceso de decadencia de su milenario esplendor. Luego del breve
período en que sirvió de centro de operaciones al español Francisco Pizarro y
algunos de sus hombres de confianza antes de la fundación española de Lima en
enero de 1535, sus edificaciones más prominentes fueron destruidas y abandonadas,
procediéndose finalmente a la reubicación de la población local que habitaba en
este lugar y sus alrededores.
Durante los siguientes siglos,
dicha destrucción continuó de manera imparable, quedando las ruinas de esta
Ciudad Sagrada reservadas a convertirse tan solo en un objeto de curiosidad por
parte de algunos estudiosos que querían indagar acerca de su esplendoroso
pasado. En este contexto, los estudios iniciados por el arqueólogo alemán Max
Uhle a fines del siglo XIX marcarían un punto de inflexión en la moderna
historia del valle de Lurín, tal como se analiza en el siguiente artículo.
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